Se ha puesto en peligro la supervivencia de las abejas. Ya lo dijo Einstein: "Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres". Esta noticia no ha preocupado mucho a la gente que tiene cosas más importantes de que ocuparse.
Diversos científicos han alertado las graves consecuencias que trae el neonicotinol sobre las aguas subterráneas, las abejas (en este sentido Francia prohibió su uso desde 2004 gracias a las alertas de los apicultores y científicos que con estudios demostraron los daños), en el mismo sentido también afecta a los microorganismos en el agua, la reproducción de los peces de río, cangrejos y camarones, por entonces se le echaba la culpa a unos parásitos y también a los abejarucos, uno de los pájaros que visitan este país. Luego se dijo que el problema no estaba producido por estas aves sino por las ondas magnéticas de la telefonía que tienen invadida la atmósfera en todo el mundo y que desconcertaba sus mecanismos naturales para encontrar el panal. Desde entonces no se ha vuelto a hablar del tema hasta ahora, que la amenaza viene de los pesticidas. Los últimos están hechos al parecer de un derivado de la nicotina: el neonicotinol. La cosa está tan clara que muchos países de la Unión Europea los están prohibiendo. Podría ser que como cada vez se consume menos tabaco, se hubiera decidido emplear la planta para producir venenos para los insectos que atacan las plagas.
La nicotina no sólo está acabando con muchos individuos de la especie humana, sino que ahora ha empezado a atacar también a las abejas.
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